¿Crees que tu peso está determinado por tus genes y que poco puedes hacer al respecto? ¿Sabías que nuestros genes no son el único factor que determina nuestra salud y bienestar? ¿Te has preguntado cómo es posible que dos gemelos idénticos puedan desarrollar características y enfermedades diferentes?

Durante mucho tiempo, los científicos creían que nuestro código genético era inmutable y nos determinaba por completo. Después de todo, los genes en nuestro ADN contienen la información principal sobre nuestra identidad, desde el color de nuestros ojos hasta cómo funcionan nuestros pulmones o nuestra susceptibilidad a enfermedades como el cáncer o la diabetes. Sin embargo, la vida que llevamos junto con otros factores hace que esto sea mucho más complejo.
Imagínate a dos hermanos gemelos, con ADN idéntico, pero con estilos de vida muy diferentes. Uno lleva una rutina más tranquila, mientras que el otro tiene un trabajo estresante. Uno hace más ejercicio, pero el otro come de manera más saludable. Con el tiempo, los gemelos comienzan a desarrollar características distintas o pueden manifestar diferentes enfermedades. ¿Cómo puede ser si su genoma es exactamente igual? La respuesta radica en la epigenética.
La epigenética es el proceso mediante el cual nuestro cuerpo tiene la capacidad de activar o desactivar algunos de nuestros genes en respuesta al entorno y al estilo de vida que llevamos, ¡y todo esto sin modificar el ADN! Imagina que el ADN es un manual de instrucciones que le dice a cada célula cómo funcionar. Cada célula tiene su propio manual, y el epigenoma es como si alguien usara marcadores de colores para resaltar o tachar diferentes partes del manual.
Imagina que el ADN es un manual de instrucciones que le dice a cada célula cómo funcionar. Cada célula tiene su propio manual, y el epigenoma es como si alguien usara marcadores de colores para resaltar o tachar diferentes partes del manual.
Aquí es donde entra en juego la epigenética. Nuestras células contienen casi dos metros de ADN, pero para que quepa dentro de una célula, se envuelve alrededor de proteínas llamadas histonas, formando una estructura compacta. Sin embargo, esta compactación significa que la célula no siempre puede acceder fácilmente a los genes que necesita activar. Aquí es donde las marcas epigenéticas entran en acción.
Las marcas epigenéticas son como marcadores químicos que actúan sobre la estructura del ADN, indicando si debe estar más o menos compacto. Si el ADN está comprimido, la célula no puede acceder a la información y el gen queda inactivo. En cambio, las marcas epigenéticas que descomprimen el ADN permiten que la célula lea y active el gen.
Esto ocurre desde las primeras etapas de desarrollo embrionario. Por lo tanto, es vital para el bebé lo que su madre come, su estado emocional y físico, los medicamentos y las vitaminas que toma durante el embarazo. Toda esta información se transmite en forma de señales químicas al bebé a través de la sangre. Por ejemplo, si la dieta de la madre durante el embarazo es deficiente, el bebé podría tener una mayor propensión a la obesidad, ya que su epigenoma ha sido programado para almacenar más calorías cada vez que come. Esto se ha demostrado en estudios con mujeres que pasaron por períodos de hambruna prolongada durante guerras, por ejemplo.
Sin embargo, el papel del padre también es importante, ya que puede transmitir algunas de sus marcas epigenéticas a su descendencia. Por ejemplo, si el padre ha sido fumador durante mucho tiempo, eso puede resultar en una vida más corta para sus hijos e incluso sus nietos. El epigenoma sigue actuando en nuestro cuerpo a lo largo de toda nuestra vida, no solo en la fase embrionaria. Nuestros hábitos, nuestra dieta, nuestras experiencias y el entorno en el que vivimos pueden activar o desactivar nuestros genes a través de la epigenética.
Pero la epigenética va más allá. También muestra que la naturaleza puede transmitir traumas a las siguientes generaciones. De ahí la gran importancia a la gestión emocional y a saber pedir ayuda de profesionales antes situaciones traumáticas. En un experimento con ratones, los científicos lograron que los machos asociaran el olor de la flor del cerezo con el dolor causado por un choque eléctrico. Estos ratones se reprodujeron y sus hijos también mostraron nerviosismo cuando percibían ese olor, a pesar de no haber tenido contacto con sus padres durante su crianza. Incluso la tercera generación de ratones, los nietos de los primeros, mostraron una mayor sensibilidad a ese olor en comparación con cualquier otro. En el ADN de estos ratones, los científicos encontraron marcas epigenéticas en un gen responsable de codificar una proteína receptora de olores. Además, tenían más neuronas en el cerebro dedicadas a detectar el olor de la flor del cerezo.
Sin embargo, esto no significa que estemos predestinados a revivir las emociones de nuestros padres. Aún se están realizando investigaciones para comprender cómo se puede transmitir este tipo de trauma epigenético en los seres humanos. No obstante, se prevé que sería posible reprogramar este mismo mecanismo para mejorar nuestra salud, ya que las marcas epigenéticas son reversibles. Esto abre un vasto universo de posibilidades en el campo científico.
El estrés crónico, los eventos traumáticos, la exposición a contaminantes ambientales, hábitos insalubres como el consumo de tabaco, alcohol u otras sustancias adictivas, los cambios culturales en la alimentación, los cambios en los ritmos circadianos que regulan sueño, vigilia y funciones fisiológicas, la ubicación geográfica…todo ello puede crear adaptaciones epigenéticas para garantizar nuestra supervivencia aunque en muchas ocasiones puedan contribuir al desarrollo de enfermedades.
El estrés crónico, los eventos traumáticos, la exposición a contaminantes ambientales, hábitos insalubres como el consumo de tabaco, alcohol u otras sustancias adictivas, los cambios culturales en la alimentación, los cambios en los ritmos circadianos que regulan sueño, vigilia y funciones fisiológicas, la ubicación geográfica…todo ello puede crear adaptaciones epigenéticas para garantizar nuestra supervivencia aunque en muchas ocasiones puedan contribuir al desarrollo de enfermedades.
La epigenética demuestra que no todo está escrito en nuestros genes y que podemos influir positivamente en nuestro epigenoma. Esto no solo puede beneficiarnos en el presente, sino también a las futuras generaciones. Es emocionante pensar en las posibilidades que se abren ante nosotros al comprender cómo nuestros hábitos y elecciones de vida pueden impactar en nuestra salud a través de la epigenética.
Así que recuerda que al cuidar nuestra nutrición y tomar decisiones saludables, podemos influir en la forma en que nuestros genes se expresan y trabajar hacia una vida más saludable y equilibrada. Ya no tienes excusa, no culpes a la genética de tu peso ¡eres más que tus genes!

P.D.: Dedicado a todos las personas que vivimos expectantes el caso de la oveja Dolly, el primer mamífero clonado, que ocasionó una gran revuelta social pensando que pronto llegaría la clonación de humanos. Seguro que a más de uno le quitó el sueño y dejó de contar ovejas ;)